Cuando la burra vio al ángel, se echó al suelo y ya no quiso dar ni un paso más. Balaam se enojó muchísimo y golpeó a la burra con un palo. En ese momento, Dios hizo que la burra hablara y le dijera a Balaam: —¿Qué te he hecho? ¿Por qué me golpeaste tres veces? Balaam respondió: —¡Te burlaste de mí! ¡Si tuviera una espada en la mano, te mataría ahora mismo! La burra replicó: —¡Yo soy tu burra! ¡Toda la vida te he llevado por todos lados, y nunca te he tratado mal, como hoy lo has hecho conmigo! —Tienes razón —contestó Balaam. En ese mismo instante, Dios permitió que Balaam viera al ángel, parado en el camino y listo para atacarlo con su espada. Balaam, entonces, se arrodilló hasta tocar el suelo con su frente, y el ángel de Dios le dijo: —¿Por qué golpeaste a tu burra tres veces? Yo fui quien te cerró el camino, porque no me parece que debas ir a Moab. Si tu burra no me hubiera visto ni se hubiera parado tres veces, ya te habría matado, y a ella la habría dejado con vida.
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