De pronto, hubo un gran temblor. Un ángel de Dios bajó del cielo, movió la piedra que cerraba la tumba, y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve. Al verlo, los guardias se asustaron tanto que empezaron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel les dijo a las mujeres: «No se asusten. Yo sé que están buscando a Jesús, el que murió en la cruz. No está aquí; ha resucitado, tal y como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde habían puesto su cuerpo. Y ahora, vayan de inmediato a contarles a sus discípulos que él ya ha resucitado, y que va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo. Este es el mensaje que les doy.» Las mujeres se asustaron mucho, pero también se alegraron, y enseguida corrieron a darles la noticia a los discípulos.
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