Estoy preocupado, pues hay algunos que se han colado entre ustedes, y que los han engañado. Ellos dicen que Jesucristo no es nuestro único Señor y dueño, y que por eso no debemos obedecerle. Piensan que, como Dios nos ama tanto, no nos castigará por todo lo malo que hacemos. Con razón, desde hace mucho tiempo se dice en la Biblia que Dios castigará a esa gente. Aunque ustedes ya lo saben, quiero recordarles que Dios, después de sacar de Egipto al pueblo de Israel, destruyó a los que no creyeron en él. Así pasó también con los ángeles que rechazaron y abandonaron el lugar de honor que Dios les había dado. Dios los tiene atados para siempre con cadenas, y están encerrados en lugares oscuros, hasta que llegue el gran día del juicio final. Algo parecido les sucedió a los que vivían en Sodoma y Gomorra, y en las ciudades cercanas. Los que vivían allí pecaron y practicaron todo tipo de relaciones sexuales prohibidas. Por eso Dios los castigó y los arrojó al fuego que nunca se apaga, para que sufran allí. Que esto sirva de advertencia para todos nosotros. Lo mismo les va a pasar a los malvados de quienes les estoy hablando. Porque con sus locas ideas dañan su cuerpo, rechazan la autoridad de Dios e insultan a los ángeles.
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