El Dios de Israel declara: «El día que vuelvan de Babilonia, yo seré el Dios de todos los israelitas, y ellos serán mi pueblo. »Cuando andaban por el desierto, yo les demostré mi gran amor. A los que no murieron en la guerra, los hice descansar. Hace mucho, mucho tiempo me aparecí ante ellos y les dije: “Pueblo de Israel, siempre te he amado, siempre te he sido fiel. Por eso nunca dejaré de tratarte con bondad. Volveré a reconstruirte, y volverás a danzar alegremente, a ritmo de panderetas. En las colinas de Samaria volverás a plantar viñedos, y disfrutarás de las uvas. Muy pronto los guardias gritarán por las colinas de Efraín: ‘¡Vengan, vayamos a Jerusalén, y adoremos a nuestro Dios!’”» El Dios de Israel dice: «¡Canten alegres, israelitas! ¡Ustedes son los más importantes entre todas las naciones! En sus alabanzas canten: “¡Tú, Dios nuestro, nos salvaste! ¡Salvaste a los pocos israelitas que aún quedábamos con vida!” »Yo los haré volver de Babilonia; los haré volver de todos los rincones del mundo, y los llevaré a su tierra. Serán muchos los que vuelvan. Volverán los ciegos y los cojos, las que estén embarazadas, y las que llevan bebés en brazos. Vendrán arrepentidos, con lágrimas en los ojos, y yo los llevaré por un camino seguro. Israel, yo soy tu padre, y tú eres mi hijo mayor».
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