Después Dios me ordenó darle este mensaje a Semaías, el soñador: «Yo, el Dios todopoderoso, sé que tú enviaste cartas al sacerdote Sofonías hijo de Maaseías, a todos los otros sacerdotes y a toda la gente que está en Jerusalén. En esas cartas le decías a Sofonías que yo lo había nombrado sacerdote en lugar de Joiadá, para que cuidara mi templo. También le decías que a todo loco que se creyera profeta, él debería meterlo en el calabozo y atarlo con cadenas. Además, le reclamabas a Sofonías el no haber apresado a Jeremías. Según tú, Jeremías se hacía pasar por profeta y hasta se había atrevido a enviar una carta a los prisioneros en Babilonia. En esa carta, Jeremías les aconsejaba construir casas y vivir en ellas, plantar árboles frutales y comer de los frutos que dieran, porque pasarían muchos años como esclavos en Babilonia». ¡Esa carta se la leyó el sacerdote Sofonías al profeta Jeremías! Dios también me ordenó darles el siguiente mensaje a todos los que habían sido llevados como esclavos a Babilonia: «Semaías, el soñador, les ha dado un mensaje en mi nombre, y les ha hecho creer en una mentira. Pero yo no lo he enviado. Y como ha hecho que mi pueblo se rebele contra mí, yo lo voy a castigar. Él y su familia dejarán de ser parte de mi pueblo, y no disfrutarán del bienestar que yo le daré a mi pueblo. Les juro que así será».
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