Dios continuó diciendo: «En cuanto al rey Joacín, tengo algo que decirle: “¡Qué mal te irá, Joacín! Edificas tu casa con mucho lujo; piensas ponerle grandes ventanas, y recubrirlas con finas maderas. Pero maltratas a los trabajadores, y para colmo no les pagas. Te crees un gran rey porque vives en lujosos palacios. ”Tu padre Josías disfrutó de la vida y celebró grandes fiestas, pero siempre actuó con justicia. Protegió al pobre y al necesitado, y por eso le fue bien en todo. ¡A eso le llamo conocerme! ”A ti solo te interesa el dinero y no te importa cómo lo ganes. Con gran violencia robas y matas a gente inocente. ”Por eso estoy enojado contigo. Cuando te mueras, nadie llorará por ti; ningún israelita se pondrá triste de que ya no seas su rey. Morirás como los animales: te arrastrarán por todo Jerusalén y te arrojarán fuera de la ciudad”».
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