Israelitas, escuchen la palabra de nuestro Dios:
«No tiemblen de miedo
cuando vean señales en el cielo,
como hacen las otras naciones.
Las costumbres religiosas de esa gente
no tienen ningún valor.
Van al bosque, cortan un tronco,
y un artesano le va dando forma.
Otros lo adornan con oro y plata,
y lo aseguran con clavos y martillo
para que no se caiga.
»Esos ídolos no pueden hablar;
¡parecen espantapájaros
en un campo sembrado de melones!
Tienen que llevarlos
porque no pueden caminar,
así que no los adoren;
ellos no los pueden ayudar
ni les pueden hacer daño».
Jeremías dijo:
«Dios mío, tú eres muy poderoso,
¡no hay nadie como tú!
Eres el rey de las naciones
y todos tiemblan ante ti.
Entre los sabios de las naciones,
y entre todos los reinos,
no hay nadie como tú.
¡Tú mereces que todos te adoren!
»Los habitantes de esas naciones
son gente tonta y bruta,
pues tienen por maestros
a ídolos de palo que no sirven para nada.
Los artesanos hacen esos ídolos
con el oro y la plata
que traen desde España,
y más tarde los visten
con lujosas telas rojas;
¡pero todos esos ídolos
están hechos por hombres!
Pero tú, nuestro Dios,
eres el Dios verdadero;
¡Tú nos das vida
y reinas por siempre!
Cuando te enojas, tiembla la tierra;
¡no hay nación que resista tu furia!»
Dios le pidió a Jeremías que les diera a los israelitas el siguiente mensaje:
«Como los ídolos no hicieron
ni el cielo ni la tierra,
están condenados a desaparecer.
»Con su poder y sabiduría,
y con mucha inteligencia,
Dios hizo la tierra, afirmó el mundo
y extendió los cielos.
»Basta una palabra de Dios
para que rujan los cielos
y aparezcan las nubes en el horizonte.
En medio de fuertes relámpagos,
y de vientos huracanados,
Dios hace que llueva.
»La gente es necia, no sabe nada;
los ídolos son una vergüenza
para quienes los fabrican.
Esos ídolos son un engaño;
por supuesto, no tienen vida.
No valen nada, son pura fantasía;
cuando Dios los juzgue, serán destruidos.
Pero nuestro Dios no es así;
¡él hizo todo lo que existe!
Nuestro Dios nos eligió
y nos hizo su pueblo.
¡Su nombre es el Dios todopoderoso!»