El ángel de Dios salió de Guilgal y fue a Boquim para darles a los israelitas el siguiente mensaje de parte de Dios: «Yo los saqué a ustedes de Egipto y los traje al territorio que les había prometido a sus antepasados. A ellos les dije: “Yo les cumpliré mi promesa, pero ustedes no deben hacer ningún trato con la gente que vive allí. Al contrario, deben destruir sus altares”. »Pero, ¿qué hicieron ustedes? Simplemente me desobedecieron. Por eso, ahora que ustedes avancen, no voy a echar a esa gente. Tanto ellos como sus dioses serán una trampa para ustedes». Cuando el ángel de Dios terminó de hablar, los israelitas comenzaron a llorar y a gritar. Por eso llamaron Boquim a ese lugar, y allí ofrecieron sacrificios a Dios. Josué despidió a los israelitas, y estos fueron a establecerse en el territorio que a cada uno le había tocado. Mientras vivieron Josué y los líderes del país, los israelitas obedecieron al único Dios verdadero. Esos líderes habían visto las maravillas que Dios había hecho en favor de los israelitas. Josué murió a los ciento diez años de edad. Lo enterraron en su propio territorio de Timnat-sérah, que está en las montañas de la tribu de Efraín, al norte del monte Gaas.
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