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Jueces 1:22-36

Jueces 1:22-36 TLA

Las tribus de Efraín y Manasés decidieron atacar a Betel, la ciudad que antes se llamaba Luz; así que enviaron espías a esa ciudad, y Dios los ayudó. Cuando esos espías vieron a un hombre que salía de la ciudad, le dijeron: «Si nos muestras cómo entrar en la ciudad, no te haremos ningún daño». Aquel hombre les enseñó cómo entrar en la ciudad, y así pudieron entrar los de Efraín y Manasés. Mataron a todos los que allí vivían, pero no al que los había ayudado ni a su familia. Más tarde, ese hombre se fue al territorio de los hititas y edificó una nueva ciudad, a la cual llamó Luz; y hasta el momento en que este relato se escribe aún se llama así. Los de Manasés no pudieron echar a los que vivían en Bet-seán, Taanac, Dor, Ibleam y Meguido, ni tampoco a los de las aldeas vecinas. Así que los cananeos siguieron viviendo allí. Después los israelitas se hicieron más poderosos y obligaron a los cananeos a trabajar para ellos, pero no los pudieron echar de su territorio. Los de Efraín tampoco pudieron echar a los cananeos que vivían en Guézer, así que los cananeos siguieron allí, viviendo junto a los de Efraín. Los de Zabulón tampoco pudieron echar a los cananeos que vivían en Quitrón y en Nahalal, así que estos siguieron allí, pero obligados a trabajar para los de Zabulón. Tampoco los de Aser pudieron echar a los cananeos que vivían en Aco, Sidón, Ahlab, Aczib, Helbá, Afec y Rehob, así que se quedaron a vivir entre los cananeos que allí vivían. Tampoco los de la tribu de Neftalí pudieron echar a los cananeos que vivían en Bet-semes y Bet-anat, así que estos siguieron allí, pero obligados a trabajar para los de Neftalí. Los de la tribu de Dan tuvieron que retroceder a las montañas porque los amorreos no los dejaron bajar a la llanura. Así que los amorreos se quedaron en Jeres, Aialón y Saalbim. Tiempo después, los de Efraín y de Manasés se hicieron más poderosos y obligaron a los amorreos a trabajar para ellos. La frontera de los amorreos comenzaba en el paso de Acrabim, llegaba hasta Selá, y de allí seguía hacia las montañas.

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