Dios hizo todas las cosas para él mismo, y quiere que su gloria la compartan todos los que lo aman y obedecen. Para eso, Dios tenía que hacer perfecto a Jesucristo y dejarlo morir, pues Jesucristo es el Salvador de ellos. Todos los que aman y obedecen a Dios son sus hijos, y Dios es padre de todos ellos. Y como Jesús también es Hijo de Dios, no se avergüenza de tratarlos como hermanos, pues él le dijo a Dios: «Cuando mi pueblo se junte para adorarte en el templo, yo les hablaré de ti, y te cantaré alabanzas.» También dice: «Confiaré en Dios.» Y añade: «Aquí estoy, con los hijos que Dios me ha dado.» Nosotros somos seres de carne y hueso. Por eso Jesús se hizo igual a nosotros. Solo así podía morir para vencer al diablo, que tenía poder para matar a hombres y a mujeres. Con su muerte, Jesús dio libertad a los que se pasaban la vida con miedo a la muerte. Queda claro que Jesús no vino para ayudar a los ángeles, sino a todos los descendientes de Abraham. Para poder ayudarlos, tenía que hacerse igual a ellos. Por eso Jesús es un Jefe de sacerdotes en quien se puede confiar, pues está lleno de amor para servir a Dios. Además, por medio de su muerte, Jesús logró que Dios nos perdonara nuestros pecados.
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