Jacob ordenó a sus hijos que se reunieran, pues quería decirles lo que les pasaría en el futuro. Les dijo:
«Hijos míos, vengan conmigo;
escuchen lo que voy a decirles.
»Rubén, tú eres mi hijo mayor;
eres mi primer hijo,
la primera prueba de mi fuerza;
tienes el primer lugar de honor
y el primer lugar en poder.
Pero me ofendiste gravemente,
pues te acostaste
con una de mis mujeres.
Por eso ya no serás el primero,
pues eres como el mar,
que no se puede controlar.
»Simeón y Leví son como fieras
que atacan siempre con violencia.
No quiero estar con ellos,
ni andar en su compañía,
porque en un arranque de enojo
mataron gente y despedazaron toros.
¡Maldita sea su furia!
¡Maldita sea su crueldad!
Yo haré que se dispersen
por todo el territorio de Israel.
»Tú, Judá, dominarás a tus enemigos;
tus hermanos te alabarán
y se inclinarán en tu presencia.
Eres como un león feroz
que al regresar con su presa
se agacha y se echa en el suelo,
¿y quién se atreve a molestarlo?
Siempre tendrás en tus manos
el cetro que te hace gobernante,
hasta que venga el verdadero rey
que gobernará a todo el mundo.
Sus ojos
son más oscuros que el vino;
sus dientes
son más blancos que la leche.
Atará su burro,
a la mejor rama del viñedo,
y sin quitarse la ropa
se empapará en ríos de vino.
»Tú, Zabulón,
vivirás a la orilla del mar;
tus costas servirán de puertos
y tus fronteras llegarán hasta Sidón.
»Tú, Isacar,
eres fuerte como un burro
acostado entre dos corrales.
Cuando veas que tu tierra
es buena y agradable para descansar,
con mucho gusto aceptarás
hacer trabajo de esclavos.
»Y tú, Dan,
le harás justicia a tu pueblo,
pues eres de las tribus de Israel.
Eres como una serpiente
que espera junto al camino:
cuando muerde las pezuñas del caballo,
el jinete se cae de espaldas.
»¡Dios mío, sigo esperando tu ayuda!
»A ti, Gad, te atacará
una banda de ladrones,
pero tú los atacarás
por donde menos lo esperen.
»Y tú, Aser,
tendrás la mejor comida
y cocinarás los mejores platillos,
dignos de la mesa de un rey.
»Tú, Neftalí, amas la libertad.
Eres como una venada suelta,
madre de hermosos venaditos.
»Tú, José, pareces un caballo
criado junto a un manantial.
¡Saltas y trepas por el muro!
Gente malvada y cruel
te ataca y te lanza flechas,
pero tú mantienes firme tu arco
y no doblas tus fuertes brazos.
¡Gracias al Dios poderoso
que guía y protege a Israel!
¡Gracias al Dios de tu padre,
que te brinda su ayuda!
¡Gracias al Dios que todo lo puede
y que siempre te bendice!
¡Con bendiciones del alto cielo!
¡Con bendiciones del mar profundo!
¡Con bendiciones a las madres
que tienen hijos y los alimentan!
Son más grandes las bendiciones
que vienen de tu padre,
que las abundantes bendiciones
de los cerros y montañas eternas.
Todas estas bendiciones
te pertenecen a ti, José,
pues entre tus hermanos
tú eres el más importante.
»Tú, Benjamín, eres un lobo feroz;
por la mañana devoras tu presa
y por la tarde repartes los restos.»
Así bendijo Jacob a sus doce hijos. A cada una de las doce tribus de Israel le dio la bendición más apropiada.