Entonces tú le dirás de mi parte: “Yo soy Dios, y amo al pueblo de Israel como si fuera mi primer hijo. Por eso te he ordenado que lo dejes salir para que me adore. Como no lo has dejado ir, ahora voy a quitarle la vida a tu primer hijo”». En el camino a Egipto, Moisés y su familia se detuvieron en un lugar para pasar la noche. Allí Dios estuvo a punto de quitarle la vida a Moisés, pero Séfora tomó un cuchillo y circuncidó a su hijo; luego, con el pedazo de piel que le cortó, le tocó los genitales a Moisés, y le dijo: «Con la sangre de mi hijo quedas protegido». Cuando Dios vio lo que había hecho Séfora, dejó con vida a Moisés. Dios le dijo a Aarón: —Ve al desierto, para recibir a Moisés. Aarón fue entonces a la montaña de Dios. Al encontrarse con Moisés, lo saludó con un beso. Entonces Moisés le contó a Aarón todas las señales grandes y terribles que Dios le había ordenado hacer en Egipto, y todo lo que le había mandado decir. Después los dos fueron y reunieron a los jefes de Israel, y Aarón les contó lo que Dios le había dicho a Moisés, quien por su parte hizo delante de ellos las señales que Dios le había mandado hacer. Los israelitas le creyeron a Moisés, y cuando oyeron que Dios iba a ayudarlos, se inclinaron hasta el suelo y adoraron a Dios.
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