Cuando terminaron de hablar, Santiago, el hermano de Jesús, les dijo a todos: «Amigos míos, escúchenme. Simón Pedro nos ha contado cómo Dios, desde un principio, trató bien a los que no son judíos, y los eligió para que también formaran parte de su pueblo. Esto es lo mismo que Dios anunció en la Biblia por medio de los profetas: “Yo soy el Señor su Dios, y volveré de nuevo para que vuelva a reinar un descendiente de David. Cuando eso pase, gente de otros países vendrá a mí, y serán mis elegidos. Yo soy el Señor su Dios. Yo había prometido esto desde hace mucho tiempo.” »Los que no son judíos han decidido ser seguidores de Dios. Yo creo que no debemos obligarlos a obedecer leyes innecesarias. Solo debemos escribirles una carta y pedirles que no coman ninguna comida que haya sido ofrecida a los ídolos. Que tampoco coman carne de animales que hayan muerto ahogados, ni carne que todavía tenga sangre. Además, deberán evitar las relaciones sexuales que la ley de Moisés prohíbe. Hay que recordar que, desde hace mucho tiempo, en esos mismos pueblos y ciudades se ha estado enseñando y predicando la ley de Moisés. Esto pasa cada sábado en nuestras sinagogas.»
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