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Romanos 9:17-33

Romanos 9:17-33 RVC

Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.» De manera que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla y endurece a quien él quiere endurecer. Entonces me dirás: ¿Por qué Dios todavía nos echa la culpa? ¿Quién puede oponerse a su voluntad? Pero tú, hombre, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Acaso el vaso de barro le dirá al que lo formó por qué lo hizo así? ¿Qué, no tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira que estaban preparados para destrucción? ¿Y qué si, para dar a conocer las riquezas de su gloria, se las mostró a los vasos de misericordia que él de antemano preparó para esa gloria? Esos somos nosotros, a quienes Dios llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los no judíos. Como también se dice en Oseas: «Llamaré “pueblo mío” al que no era mi pueblo, y llamaré “amada mía” a la que no era mi amada. Y en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, allí serán llamados “hijos del Dios viviente”.» También Isaías clama, en referencia a Israel: «Aunque los descendientes de Israel sean tan numerosos como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo; porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra con justicia y prontitud.» Y como antes dijo Isaías: «Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, ya seríamos como Sodoma, y nos pareceríamos a Gomorra.» Entonces, ¿qué diremos? Que los no judíos, que no buscaban la justicia, la han alcanzado; es decir, la justicia que viene por medio de la fe. Pero Israel, que buscaba una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque no la buscaba a partir de la fe, sino a partir de las obras de la ley; y tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito