Tú, Señor, destruyes a los mentirosos, y rechazas a los asesinos y mentirosos. Yo, por el contrario, y por tu gran misericordia, puedo entrar en tu templo y alabarte reverente. Guíame, Señor, en tu justicia, y por causa de mis adversarios endereza tu camino delante de mí. Porque en sus labios no hay sinceridad; dentro de ellos no hay más que maldad. Su garganta es como un sepulcro abierto, y su lengua solo emite falsas alabanzas.
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