Señor, líbrame de los malvados; ¡protégeme de los violentos! Esa gente siempre está tramando el mal, y no hay un día en que no busque pleito. Su lengua es aguda como de serpiente; sus labios destilan veneno mortal. Señor, ¡protégeme de la gente malvada! ¡Líbrame de la gente violenta, que quiere hacerme caer! Son gente soberbia, que me tiende trampas; gente que a mi paso pone redes con la intención de hacerme tropezar. Yo, Señor, declaro que tú eres mi Dios; ¡dígnate, Señor, prestar oído a mi súplica! Tú, Señor mi Dios, eres mi poderoso salvador; ¡tú me proteges en el día de la batalla! ¡No permitas, Señor, que triunfen los malvados! ¡Frustra sus planes! ¡Que no se sientan superiores! En cuanto a los malvados que me rodean, ¡que su propia maldad los destruya! ¡Que caigan sobre ellos carbones encendidos! ¡Que sean arrojados al fuego! ¡Que caigan en un foso profundo y no vuelvan a salir! ¡Que esos mentirosos no afiancen su poder! ¡Que el mal alcance y derribe a los violentos! Yo sé que tú, Señor, defiendes a los pobres y les haces justicia a los afligidos. Por eso los hombres justos y rectos alaban tu nombre y vivirán en tu presencia.
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