Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de ti en mis oraciones, porque me he enterado del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos; y pido que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en ustedes por Cristo Jesús. Hermano, tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti han sido reconfortados los corazones de los santos. Por eso, y aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, más bien te ruego por amor. Yo, Pablo, que ya soy anciano, y además prisionero de Jesucristo, te ruego por mi hijo Onésimo, que es el fruto de mis prisiones. En otro tiempo, él te resultaba inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí. Ahora vuelvo a enviártelo, y te pido recibirlo como si me recibieras a mí mismo. Yo quisiera retenerlo conmigo, para que me sirviera en mis prisiones por el evangelio, en lugar tuyo; pero no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que tu favor no te resulte una imposición, sino que sea un acto voluntario. Tal vez para esto se apartó de ti por algún tiempo; para que lo recibieras para siempre, no ya como a un esclavo, sino como a alguien más que un esclavo, como a un hermano amado, de manera especial para mí, pero más aún para ti, tanto en la carne como en el Señor.
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