Cuando se quedó solo, los que estaban cerca de él junto con los doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Él les respondió: «A ustedes se les concede entender el misterio del reino de Dios; pero a los que están afuera todo se les dice por parábolas, para que “viendo, vean y no entiendan; y oyendo, oigan y no comprendan; no sea que se conviertan y sus pecados les sean perdonados”.» También les dijo: «Si no entienden ustedes esta parábola, ¿cómo podrán entender todas las demás? El sembrador es el que siembra la palabra. Algunos son como lo sembrado junto al camino. En ellos se siembra la palabra, pero enseguida, después de oírla, viene Satanás y les arrebata la palabra sembrada en su corazón. Otros son como lo sembrado entre las piedras. Al oír la palabra, enseguida la reciben con gozo; pero, como no tienen raíz, su vida es muy corta, y al venir las aflicciones o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan. Otros son como los que fueron sembrados entre espinos. Estos son los que oyen la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas, y la codicia por otras cosas, entran en ellos y ahogan la palabra, por lo que esta no llega a dar fruto. Pero hay otros, que son como lo sembrado en buena tierra. Son los que oyen la palabra y la reciben, y rinden fruto; ¡dan treinta, sesenta y hasta cien semillas por cada semilla sembrada!»
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