Volvió luego a donde estaban sus discípulos, y los encontró dormidos. Entonces le dijo a Pedro: «¿Duermes, Simón? ¿No has podido mantenerte despierto ni una hora? Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.» Una vez más se retiró para orar, y repitió la misma oración. Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque los ojos de ellos se les cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Cuando volvió la tercera vez, les dijo: «Sigan durmiendo y descansando. ¡Ya basta! La hora ha llegado. ¡Miren al Hijo del Hombre, que es entregado en manos de los pecadores! ¡Vamos, levántense, que ya se acerca el que me traiciona!»
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