Josué se levantó muy de mañana y ordenó que se acercara Israel por tribus, y fue elegida la tribu de Judá.
Cuando se acercó esta tribu, Josué eligió a la familia de los de Zeraj, y entonces hizo que se acercaran los varones, y eligió a Zabdi;
luego mandó que todos los varones de su casa se acercaran, y de la tribu de Judá tomó a Acán, que era hijo de Carmi, nieto de Zabdi y bisnieto de Zeraj.
Entonces Josué le dijo a Acán:
«Hijo mío, da gloria al Señor, el Dios de Israel; alábalo y dime qué has hecho, y no trates de encubrirlo.»
Acán respondió a Josué:
«Reconozco que he pecado contra el Señor, el Dios de Israel. Voy a decirte lo que hice.
Entre los despojos vi un manto babilónico muy hermoso, doscientas monedas de plata, y un lingote de oro que pesaba más de medio kilo. Me ganó la codicia, y lo tomé. Pero todo lo tengo escondido bajo tierra, en medio de mi tienda. Y debajo de todo está el dinero.»
Josué ordenó que algunos hombres fueran corriendo a la tienda. Y cuando estos llegaron, vieron que todo estaba escondido allí, y que el dinero estaba debajo;
entonces tomaron lo que estaba en la tienda y lo llevaron a Josué y a los hijos de Israel, y todo lo pusieron delante del Señor.
Josué y todo Israel mandaron aprehender a Acán hijo de Zeraj, y tomando el dinero, el manto, el lingote de oro, y a sus hijos e hijas, junto con sus bueyes, asnos, ovejas, tienda, y todo lo que tenía, lo llevaron al valle de Acor.
Allí Josué le dijo a Acán:
«¿Por qué nos has traído confusión? ¡Que el Señor te confunda en este día!»
Y enseguida todos los israelitas los apedrearon, y luego los quemaron