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Jeremías 23:16-40

Jeremías 23:16-40 RVC

Así ha dicho el Señor de los ejércitos: «No hagan caso de las palabras que los profetas les anuncian. Solo alimentan en ustedes vanas esperanzas. Sus visiones nacen de su propio corazón, y no de mis labios. Se atreven a decir a los que me desprecian, que yo he dicho que tendrán paz; y a todos los que siguen a su obstinado corazón, les dicen que no les sobrevendrá ningún mal.» A decir verdad, ¿quién conoce los secretos del Señor? ¿Quién vio y oyó su palabra? ¿Quién ha estado atento a su palabra, y la ha escuchado? ¡De parte del Señor viene una furiosa tempestad! ¡Esa tempestad está a punto de caer sobre la cabeza de los malvados! El furor del Señor no cesará hasta haberlo hecho, hasta que haya cumplido los designios de su corazón. Pero esto lo entenderán ustedes claramente cuando ya sea demasiado tarde. «Yo no envié a esos profetas, y sin embargo ellos se dieron prisa; yo jamás les hablé, pero ellos profetizaron. Si ellos realmente se hubieran reunido conmigo, habrían hecho que mi pueblo atendiera mis palabras y se apartara de su mal camino y de sus malas obras. »¿Acaso soy Dios solo de cerca? ¡No! ¡También a la distancia soy Dios! —Palabra del Señor. »¿Podrá alguien esconderse donde yo no pueda verlo? ¿Acaso no soy yo el Señor, que llena el cielo y la tierra? —Palabra del Señor. »Yo sé bien que esos profetas mienten cuando profetizan en mi nombre y aseguran que han tenido un sueño. ¿Hasta cuándo albergarán esos profetas tales mentiras en su corazón? ¡Lo que anuncian solo existe en su mente! ¿Acaso creen que esos sueños que se cuentan harán que mi pueblo se olvide de mí? ¿Acaso creen que los harán olvidarme, como antes sus padres me olvidaron por seguir a Baal? Si algún profeta tiene un sueño, que cuente su sueño. Pero si yo envío mi palabra a alguno de ellos, tiene que anunciar mi palabra verdadera. Una cosa es la paja, y otra cosa es el trigo. —Palabra del Señor. »Mi palabra es como el fuego; ¡es como un mazo que parte las piedras! —Palabra del Señor. »Por eso estoy en contra de los profetas que se roban entre sí sus palabras, y luego dicen que son mías. —Palabra del Señor. »Yo estoy en contra de los profetas que hablan con dulzura, y luego afirman que yo he hablado. —Palabra del Señor. »Yo estoy en contra de los que profetizan sueños mentirosos, pues con sus profecías mentirosas y lisonjeras hacen que mi pueblo pierda el camino. Yo no los envié a profetizar. ¡Ningún bien le hacen a mi pueblo! —Palabra del Señor. »Y cuando este pueblo, o el profeta o el sacerdote, te pregunte y te diga “¿Cuál es, entonces, la profecía del Señor?”, tú les contestarás: “Esta es la profecía: ¡Voy a deshacerme de ustedes!” —Palabra del Señor. »Y si algún profeta, o sacerdote, o alguien del pueblo afirma profetizar en mi nombre, yo castigaré a ese hombre y a su casa. Ustedes deben responder así a sus hermanos y amigos: “¿Qué ha dicho el Señor? ¿Qué ha respondido?” Y nunca más se acordarán de decir: “Profecía del Señor”, pues lo que cada uno de ustedes diga le servirá de profecía, ya que ustedes pervirtieron las palabras del Dios vivo, nuestro Dios, el Señor de los ejércitos. »Al profeta le dirás: “¿Qué te respondió el Señor? ¿Qué te dijo?” Pero si le dices: “Profecía del Señor”, entonces el Señor declara: “Por haber pronunciado la frase ‘Profecía del Señor’, siendo que yo les ordené que no la pronunciaran, yo los echaré al olvido; a ustedes y a la ciudad que les di, a ustedes y a sus padres, los borraré de mi presencia. Los haré sufrir una afrenta perpetua y una confusión sin fin, que el olvido jamás podrá borrar.”»

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