Si tienes miedo de ir, que te acompañe Fura, tu criado.
En cuanto oigas lo que dicen los madianitas, ármate de valor y atácalos.»
Acompañado de Fura, su criado, Gedeón llegó hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento.
Los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente se habían extendido por el valle como una plaga de langostas. Sus camellos eran tantos como la arena del mar.
Cuando Gedeón llegó al campamento, un hombre le contaba a su compañero lo que había soñado. Le decía: «Tuve un sueño, en el que veía que un pan de cebada venía rodando hasta el campamento de Madián, y cuando llegó, golpeó tan fuerte la tienda de campaña, que la derribó.»
Y su compañero le respondió: «Esto no es sino la espada de Gedeón hijo de Joás, el israelita. ¡Dios ha puesto en sus manos a los madianitas y a todo su campamento!»
Al oír Gedeón el sueño y su interpretación, adoró al Señor; luego regresó a su campamento, y dijo:
«¡Arriba todo el mundo! ¡El Señor ha puesto a los madianitas en nuestras manos!»
Dividió entonces los trescientos hombres en tres grupos, y a cada uno le dio una trompeta y un cántaro vacío, y una tea encendida para ponerla dentro del cántaro.
Y les dijo:
«Mírenme, y hagan lo que voy a hacer cuando llegue al extremo del campamento.
Cuando yo toque la trompeta, junto con los que me acompañan, también ustedes tocarán las suyas alrededor del campamento, y gritarán: “¡Por el Señor y por Gedeón!”»
Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron al extremo del campamento, en el momento en que ocurría el cambio de centinelas de la primera guardia de la medianoche, y en ese momento tocaron las trompetas y quebraron los cántaros.
Los tres grupos hicieron lo mismo: tocaron sus trompetas y quebraron los cántaros; con la mano izquierda tomaron las teas y con la derecha las trompetas, mientras gritaban: «¡Por la espada del Señor y de Gedeón!»
Y cada uno permaneció firme en su puesto, rodeando el campamento. Entonces el ejército enemigo se espantó y, dando gritos, se echó a correr.
Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, fue tal la confusión que el Señor provocó en el campamento de los madianitas, que se mataban entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, y luego hacia Sererá, que es la frontera de Abel Meholá en Tabat.
Entonces todos los israelitas de las tribus de Neftalí, Aser y Manasés se juntaron y fueron en persecución de los madianitas.
Gedeón envió también mensajeros por todo el monte de Efraín, para que les dijeran: «Bajen y enfréntense a los madianitas. Tomen los vados de Bet Bará y del Jordán antes de que ellos lleguen.» Entonces los efrainitas se reunieron y tomaron los vados de Bet Bará y del Jordán,
y capturaron a Oreb y Zeeb, que eran los dos príncipes de los madianitas; a Oreb lo mataron en la peña de Oreb, y a Zeeb en el lagar de Zeeb, y después de perseguir a los madianitas llevaron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán.