Entonces Dios habló con Noé, y le dijo: «Sal del arca, tú y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos, que están contigo. Saca a todos los animales que están contigo; a todo ser vivo: aves y bestias, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y pueblen la tierra. ¡Reprodúzcanse y multiplíquense sobre la tierra!» Salió entonces Noé con sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos. También salieron del arca todos los animales, y todo reptil y toda ave, y todo lo que se mueve sobre la tierra, según sus especies. Noé edificó un altar al Señor y, tomando de todo animal limpio y de toda ave limpia, ofreció en el altar un holocausto. Al percibir el Señor ese grato olor, dijo en su corazón: «No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque desde su juventud las intenciones del corazón del hombre son malas. Y tampoco volveré a destruir a todo ser vivo, como lo he hecho. Mientras la tierra permanezca, no faltarán la sementera y la siega, ni el frío y el calor, ni el verano y el invierno, ni el día y la noche.»
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