Por eso nosotros, desde el día que lo supimos, no cesamos de orar por ustedes y de pedir que Dios los llene del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
para que vivan como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada, produciendo los frutos de toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
todo esto, fortalecidos con todo poder, conforme al dominio de su gloria, para que puedan soportarlo todo con mucha paciencia. Así, con gran gozo,
darán las gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
y que también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados.
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.
En él fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de él y para él.
Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden.
Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para tener la preeminencia en todo,
porque al Padre le agradó que en él habitara toda plenitud,
y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.