Un día, Jonadab le preguntó a Amnón:
«Oye, cada día te veo más delgado. ¡Y tú eres el hijo del rey! ¿No me vas a decir qué te pasa?»
Entonces Amnón le dijo:
«Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón.»
Entonces Jonadab le aconsejó:
«Métete a la cama, y finge que estás enfermo. Y cuando tu padre venga a visitarte, dile: “¡Por favor, que venga mi hermana Tamar! Que me prepare algo y me dé de comer. Si ella lo prepara, yo comeré.”»
Amnón fue y se acostó, fingiendo estar enfermo. Y cuando el rey llegó a visitarlo, Amnón le dijo:
«¡Por favor, que venga mi hermana Tamar! Que me prepare un par de hojuelas, para que yo coma de su mano.»
David llamó a Tamar de su casa, y le dijo:
«Ve por favor a la casa de tu hermano Amnón, y hazle algo de comer.»
Tamar fue a la casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Al llegar, tomó harina y la amasó, e hizo ante él unas hojuelas y las coció.
Luego sacó de la sartén las hojuelas y se las sirvió, pero él no quiso comer, sino que ordenó que todos sus sirvientes salieran. En cuanto estuvieron solos,
Amnón le dijo a Tamar:
«Trae las hojuelas a mi alcoba, y sírveme de comer.»
Tamar llevó a su hermano las hojuelas que le había preparado,
y en cuanto ella las puso delante de Amnón, él la agarró y le dijo:
«Ven, hermanita; ¡acuéstate conmigo!»
Pero ella le respondió:
«No, hermano mío, ¡no te aproveches de mí! ¡Eso no se hace en Israel! ¡No cometas tal vileza!
Si me deshonras, ¿adónde podría yo ir a esconderme? Además, tú serías señalado en Israel como un hombre perverso. Yo te ruego que hables con el rey. Él no se opondrá a que yo sea tu esposa.»
Pero Amnón no quiso escucharla sino que, siendo más fuerte que ella, la obligó a acostarse con él y la violó.