De igual manera, los diáconos deben ser honestos y sin doblez, no demasiado afectos al vino ni codiciosos de ganancias deshonestas; y deben guardar el misterio de la fe con limpia conciencia. Además, estos primero deben ser puestos a prueba y, si son irreprensibles, entonces podrán ejercer el diaconado. Las mujeres, por su parte, deben ser honestas, y no calumniadoras, sino sobrias y fieles en todo. Los diáconos deben tener una sola esposa, y gobernar bien a sus hijos y sus casas, pues los que ejercen bien el diaconado ganan para sí mismos un grado honroso y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
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