Pero alguien oyó el comentario de David, y cuando Saúl lo supo, mandó que lo llevaran a su presencia. Entonces David le dijo a Saúl: «Que no se desanime nadie por causa de ese filisteo; este siervo tuyo irá a pelear contra él.» Pero Saúl le dijo: «No creo que puedas pelear contra él, pues todavía eres muy joven y él ha sido un guerrero desde su juventud.» David le respondió: «Sí, yo soy el pastor de las ovejas de mi padre, pero cuando un león o un oso viene a llevarse algún cordero del rebaño, yo salgo tras el león o el oso, y lo hiero y lo libro de sus fauces. Si el animal me ataca, con mis manos lo agarro por las quijadas, y lo hiero hasta matarlo. No importa si es un león o un oso, tu siervo los mata. Y este filisteo incircunciso es para mí como uno de esos animales, porque ha provocado al ejército del Dios vivo.» Todavía añadió David: «El Señor me ha librado de las garras de leones y de osos, y también me librará de este filisteo.» Y Saúl le respondió: «Ve, pues, y que el Señor te acompañe.»
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