Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Porque tres son los que dan testimonio [en el cielo: el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
Y tres son los que dan testimonio en la tierra]: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
Les he escrito estas cosas a ustedes, los que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.
Y esta es la confianza que tenemos en él: si pedimos algo según su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, también sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado, que no sea de muerte, debe pedir por él, y Dios le dará vida. Esto vale para los que cometen un pecado que no sea de muerte. Hay pecados de muerte, y yo no digo que se pida por ellos.
Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte.
Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo protege, y el maligno no lo toca.
Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el maligno.
Pero también sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
Hijitos, manténganse apartados de los ídolos. Amén.