Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Marcos 15:16-41

Marcos 15:16-41 NVI

Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa. Le pusieron un manto color púrpura; luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron. —¡Viva el rey de los judíos! —lo aclamaban. Lo golpeaban en la cabeza con una vara y lo escupían. Doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de burlarse de él, le quitaron el manto color púrpura, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo. A uno que pasaba por allí de vuelta del campo, un tal Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligaron a llevar la cruz. Condujeron a Jesús al lugar llamado Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera». Le dieron vino mezclado con mirra, pero no lo tomó. Y lo crucificaron. Repartieron su ropa, echando suertes para ver qué le tocaría a cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Un letrero tenía escrita la causa de su condena: EL REY DE LOS JUDíOS. Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él: —¡Eh! Tú que destruyes el Templo y en tres días lo reconstruyes, ¡baja de la cruz y sálvate a ti mismo! De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la Ley. —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! Que baje ahora de la cruz ese Cristo, el rey de Israel, para que veamos y creamos. También lo insultaban los que estaban crucificados con él. Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde toda la tierra quedó en oscuridad. A las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: — Eloi, Eloi, ¿lema sabactani? —que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban cerca dijeron: —Escuchen, está llamando a Elías. Un hombre corrió, empapó una esponja en vinagre, la puso en una vara y se la ofreció a Jesús para que bebiera. —Déjenlo, a ver si viene Elías a bajarlo —dijo. Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. La cortina del santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. Y el centurión, que estaba frente a Jesús, al ver cómo murió, dijo: —¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios! Algunas mujeres miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago, el menor, y de José y Salomé. Estas mujeres lo habían seguido y atendido cuando estaba en Galilea. Además, había allí muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.