En esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Enseguida, al subir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. También se oyó una voz que desde el cielo decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo». Enseguida, el Espíritu lo impulsó a ir al desierto y allí fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras y los ángeles le servían. Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de Dios. «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas noticias!». Pasando junto al lago de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. «Vengan, síganme —dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca remendando las redes. Enseguida los llamó y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, lo siguieron.
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