¡Pobre de mí! Soy como el que recoge frutos de verano y busca lo que sobre en la viña; no hay ningún racimo para comer, ningún higo nuevo que tanto deseo. La gente piadosa ha sido eliminada del país, no queda persona recta. Todos tratan de matar a alguien; unos a otros se tienden redes. Ambas manos son hábiles para hacer el mal; gobernadores y jueces exigen soborno. Los poderosos imponen lo que quieren; todos traman en conjunto. El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino. Pero ya viene el día de su confusión; ¡ya se acerca el día de tu castigo anunciado por tus centinelas! No creas en tu prójimo ni confíes en tus amigos; cuídate de lo que hablas con la que duerme en tus brazos. El hijo ultraja al padre, la hija se rebela contra la madre, la nuera contra la suegra y los enemigos de cada cual están en su propia familia. Pero yo he puesto mi esperanza en el SEÑOR; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!
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