También en este segundo día marcharon una sola vez alrededor de la ciudad y luego regresaron al campamento. Así hicieron durante seis días. El séptimo día, a la salida del sol, se levantaron y marcharon alrededor de la ciudad tal como lo habían hecho los días anteriores, solo que en ese día repitieron la marcha siete veces. A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas y Josué ordenó al ejército: «¡Empiecen a gritar! ¡El SEÑOR les ha entregado la ciudad! Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al SEÑOR. Solo se salvarán la prostituta Rajab y los que se encuentren en su casa, porque ella escondió a nuestros mensajeros. No vayan a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni ustedes ni el campamento de Israel se pongan en peligro de exterminio y de desgracia. El oro y la plata y los utensilios de bronce y de hierro pertenecen al SEÑOR: colóquenlos en su tesoro». Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó sin detenerse y tomó la ciudad. Mataron a filo de espada a todo hombre y mujer, joven y anciano. Lo mismo hicieron con las vacas, las ovejas y los burros; destruyeron todo lo que tuviera aliento de vida. ¡La ciudad entera quedó arrasada! Ahora bien, Josué había dicho a los dos espías: «Vayan a casa de la prostituta y tráiganla junto con sus parientes, tal como se lo juraron». Así que los jóvenes espías entraron y sacaron a Rajab junto con su padre, su madre y sus hermanos, y todas sus pertenencias, y llevaron a toda la familia a un lugar seguro, fuera del campamento israelita. Solo entonces los israelitas incendiaron la ciudad con todo lo que había en ella, menos los objetos de plata, de oro, de bronce y de hierro, los cuales depositaron en el tesoro de la casa del SEÑOR. Así Josué salvó a la prostituta Rajab, a toda su familia y todas sus posesiones, por haber escondido a los mensajeros que él había enviado a espiar Jericó. Y desde entonces Rajab vive con el pueblo de Israel. En aquel tiempo, Josué hizo este juramento: «¡Maldito sea en la presencia del SEÑOR el que se atreva a reconstruir esta ciudad! »Que eche los cimientos a costa de la vida de su hijo mayor. Que ponga las puertas a costa de la vida de su hijo menor». El SEÑOR estuvo con Josué y este se hizo famoso por todo el país.
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