Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente. —¿Dónde lo han puesto? —preguntó. —Ven a verlo, Señor —le respondieron. Jesús lloró. —¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos. Pero algunos de ellos comentaban: —Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera? Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.
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