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Jeremías 23:2-22

Jeremías 23:2-22 NVI

Por eso, así dice el SEÑOR, el Dios de Israel, a los pastores que apacientan a mi pueblo: «Ustedes han dispersado a mis ovejas; las han expulsado y no se han encargado de ellas. Pues bien, yo me encargaré de castigarlos a ustedes por sus malas acciones», afirma el SEÑOR. «Al remanente de mis ovejas yo mismo las reuniré de todos los países adonde las expulsé; también las haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán. Pondré sobre ellas pastores que las pastorearán y ya no temerán ni se espantarán, ni faltará ninguna de ellas», afirma el SEÑOR. «Vienen días», afirma el SEÑOR, «en que de la simiente de David haré surgir un Renuevo justo; él reinará con sabiduría en la tierra, y practicará el derecho y la justicia. En esos días Judá será salvo, Israel morará seguro. Y este es el nombre que se le dará: “El SEÑOR es nuestra justicia”. »Por eso —afirma el SEÑOR—, vienen días en que ya no se dirá: “Tan cierto como vive el SEÑOR, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto”, sino: “Tan cierto como vive el SEÑOR, que hizo salir a los descendientes de la familia de Israel, y los hizo llegar del país del norte y de todos los países adonde los había expulsado”. Entonces habitarán en su propia tierra». En cuanto a los profetas: Mi corazón está quebrantado dentro de mí y se me estremecen los huesos. Por causa del SEÑOR y de sus santas palabras, hasta parezco un borracho, alguien dominado por el vino. La tierra está llena de adúlteros, por causa de la maldición está de luto y los pastos del desierto se han secado. Los profetas corren tras la maldad, y usan su poder para la injusticia. «Impíos son los profetas y los sacerdotes; aun en mi propia casa encuentro su maldad», afirma el SEÑOR. «Por eso su camino será resbaladizo; serán empujados a las tinieblas, y en ellas se hundirán. Yo traeré sobre ellos una calamidad en el año de su castigo», afirma el SEÑOR. «Algo repugnante he observado entre los profetas de Samaria: profetizaron en nombre de Baal y descarriaron a mi pueblo Israel. Y entre los profetas de Jerusalén he observado cosas terribles: cometen adulterio y viven en la mentira; fortalecen las manos de los malhechores, ninguno se convierte de su maldad. Todos ellos son para mí como Sodoma; los habitantes de Jerusalén son como Gomorra». Por tanto, así dice el SEÑOR de los Ejércitos contra los profetas: «Haré que coman alimentos amargos y que beban agua envenenada, porque los profetas de Jerusalén han esparcido la impiedad por toda la tierra». Así dice el SEÑOR de los Ejércitos: «No escuchen lo que dicen los profetas, pues alientan en ustedes falsas esperanzas; cuentan visiones que se han imaginado y que no proceden de la boca del SEÑOR. A los que me desprecian les aseguran que yo, el SEÑOR, digo que gozarán de paz; a los que obedecen los dictados de su terco corazón les dicen que no les sobrevendrá ningún mal. ¿Quién de ellos ha estado en el consejo del SEÑOR? ¿Quién ha recibido o escuchado su palabra? ¿Quién ha atendido y escuchado su palabra? La tempestad del SEÑOR se ha desatado con furor; un torbellino se cierne amenazante sobre la cabeza de los malvados. La ira del SEÑOR no cesará hasta que haya realizado por completo los propósitos de su corazón. Al final de los tiempos lo comprenderán con claridad. Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron a llevar sus mensajes; ni siquiera hablé, pero ellos profetizaron. Si hubieran estado en mi consejo, habrían proclamado mis palabras a mi pueblo; lo habrían hecho volver de su mal camino y de sus malas acciones.

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