En el caso de un testamento, es necesario constatar la muerte del testador, pues un testamento solo adquiere validez cuando el que lo hizo muere y no entra en vigor mientras vive. De ahí que ni siquiera el primer pacto se haya establecido sin sangre. Después de promulgar todos los mandamientos de la Ley a todo el pueblo, Moisés tomó la sangre de los becerros junto con agua, lana escarlata y ramas de hisopo, y roció el libro de la Ley y a todo el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios ha mandado que ustedes cumplan». De la misma manera, roció con la sangre el santuario y todos los objetos que se usaban en el culto. De hecho, la Ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón.
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