Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Génesis 31:1-35

Génesis 31:1-35 NVI

Pero Jacob se enteró de que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob se ha ido apoderando de todo lo que pertenecía a nuestro padre y se ha enriquecido a costa suya». También notó que Labán ya no lo trataba como antes. Entonces el SEÑOR dijo a Jacob: «Vuélvete a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, que yo estaré contigo». Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde estaba el rebaño y les dijo: —Me he dado cuenta de que su padre ya no me trata como antes. ¡Pero el Dios de mi padre ha estado conmigo! Ustedes saben muy bien que yo he trabajado para su padre Labán con todas mis fuerzas. No obstante, él me ha engañado y me ha cambiado el salario muchas veces. Pero Dios no le ha permitido causarme ningún daño. Si él acordaba conmigo: “Los animales manchados serán tu salario”, todas las hembras tenían crías manchadas; y si él acordaba: “Los animales rayados serán tu salario”, todas las hembras tenían crías rayadas. Así Dios le ha quitado el ganado al padre de ustedes y me lo ha dado a mí. »En cierta ocasión, durante la época en que los animales estaban en celo, tuve un sueño. En ese sueño veía que los chivos que cubrían a las cabras eran rayados, manchados o moteados. En ese mismo sueño, el ángel de Dios me llamó: “¡Jacob!”. Y yo le respondí: “Aquí estoy”. Entonces él me dijo: “Fíjate bien y te darás cuenta de que todos los chivos que cubren a las cabras son rayados, manchados o moteados. Yo he visto todo lo que te ha hecho Labán. Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste una piedra como monumento y me hiciste una promesa. Vete ahora de esta tierra y vuelve a la tierra de tus parientes”». Raquel y Lea respondieron: —Ya no tenemos ninguna parte ni herencia en la casa de nuestro padre. Al contrario, nos ha tratado como si fuéramos extranjeras. Nos ha vendido y se ha gastado todo lo que recibió por nosotras. Lo cierto es que toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Por eso, haz ahora todo lo que Dios te ha ordenado. Entonces Jacob se preparó y montó a sus hijos y a sus esposas en los camellos, puso en marcha todo su ganado, junto con todos los bienes que había acumulado en Padán Aram, y se dirigió hacia la tierra de Canaán, donde vivía su padre Isaac. Mientras Labán estaba ausente esquilando sus ovejas, Raquel aprovechó el momento para robarse los ídolos familiares. Fue así como Jacob engañó a Labán el arameo y huyó sin decirle nada. Jacob se escapó con todo lo que tenía. Una vez que cruzó el río Éufrates, se encaminó hacia la región montañosa de Galaad. Al tercer día informaron a Labán que Jacob se había escapado. Entonces Labán reunió a sus parientes y lo persiguió durante siete días hasta que lo alcanzó en los montes de Galaad. Pero esa misma noche Dios se apareció en un sueño a Labán, el arameo, y le dijo: «¡Cuidado con amenazar a Jacob!». Labán alcanzó a Jacob en los montes de Galaad, donde este había acampado. También Labán acampó allí junto con sus parientes y reclamó a Jacob: —¿Qué has hecho? ¡Me has engañado y te has llevado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra! ¿Por qué has huido en secreto, con engaños y sin decirme nada? Yo te habría despedido con alegría y cantos al son de panderos y de arpa. Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Te has comportado como un necio! Mi poder es más que suficiente para hacerles daño, pero anoche el Dios de tu padre me habló y me dijo: “¡Cuidado con amenazar a Jacob!”. Ahora bien, entiendo que hayas querido irte porque añoras la casa de tu padre, pero ¿por qué me robaste mis dioses? Jacob respondió: —La verdad es que tuve mucho miedo, porque pensé que podrías quitarme a tus hijas por la fuerza. Pero si encuentras tus dioses en poder de alguno de los que están aquí, tal persona no quedará con vida. Pongo a nuestros parientes como testigos: busca lo que sea tuyo y llévatelo. Pero Jacob no sabía que Raquel se había robado los ídolos de Labán. Entonces Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, luego en la de Lea y en la de las dos criadas, pero no encontró lo que buscaba. Cuando salió de la tienda de Lea, entró en la de Raquel. Pero Raquel, luego de tomar los ídolos familiares y esconderlos bajo la montura del camello, se sentó sobre ellos. Labán los buscó por toda la tienda, pero no los encontró. Entonces Raquel dijo a su padre: —Por favor, no se enoje, mi señor, si no puedo levantarme ante usted, pero es que estoy en mi período de menstruación. Labán buscó los ídolos familiares, pero no logró encontrarlos.

YouVersion utiliza cookies para personalizar su experiencia. Al usar nuestro sitio web, acepta nuestro uso de cookies como se describe en nuestra Política de privacidad