Y en efecto, el faraón se enteró de lo sucedido y trató de matar a Moisés; pero Moisés huyó del faraón y se fue a la tierra de Madián, donde se asentó junto a un pozo. El sacerdote de Madián tenía siete hijas, las cuales solían ir a sacar agua para llenar los abrevaderos y dar de beber a las ovejas de su padre. Pero los pastores llegaron y las echaron de allí. Moisés intervino en favor de ellas: las puso a salvo de los pastores y dio de beber a sus ovejas. Cuando las muchachas volvieron a la casa de Reuel, su padre, este les preguntó: —¿Por qué volvieron hoy tan temprano? —Porque un egipcio nos libró de los pastores —respondieron—. ¡Hasta nos sacó el agua del pozo y dio de beber al rebaño! —¿Y dónde está ese hombre? —contestó—. ¿Por qué lo dejaron solo? ¡Invítenlo a comer! Moisés convino en quedarse a vivir en casa de aquel hombre, quien le dio por esposa a su hija Séfora. Ella tuvo un hijo, al cual Moisés llamó Guersón, pues razonó: «Soy un extranjero en tierra extraña».
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