es decir, el misterio que me dio a conocer por revelación, como ya les escribí brevemente. Al leer esto, podrán darse cuenta de que comprendo el misterio de Cristo. Ese misterio, que en otras generaciones no se dio a conocer a los seres humanos, ahora se ha revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Dios. Es decir, que los no judíos son, junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio. De este evangelio llegué a ser servidor. Este fue el regalo que Dios me dio por su gracia, conforme a su poder eficaz. Aunque soy el más insignificante de todos los creyentes, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo y de hacer entender a todos el plan divino, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas. El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios.
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