Durante esos cuarenta años no se te gastó la ropa que llevabas puesta ni se te hincharon los pies. Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el SEÑOR tu Dios te disciplina a ti. Cumple los mandamientos del SEÑOR tu Dios; témelo y sigue sus caminos. Porque el SEÑOR tu Dios te conduce a una tierra buena: tierra de arroyos y de fuentes de agua, con manantiales que fluyen en los valles y en las colinas; tierra de trigo y de cebada; de viñas, higueras y granados; de olivares, aceite y miel; tierra donde no escaseará el pan y donde nada te faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de cuyas colinas sacarás cobre.
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