pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Macá. Cuando avisaron a Simí que sus esclavos estaban en Gat, aparejó su asno y se fue allá a buscarlos y traerlos de vuelta. Al oír Salomón que Simí había ido de Jerusalén a Gat y había regresado, lo mandó llamar y dijo: —Yo te hice jurar por el SEÑOR y te advertí: “El día que salgas a cualquier lugar, podrás darte por muerto”. Y tú dijiste que estabas de acuerdo y que obedecerías. ¿Por qué, pues, no cumpliste con tu juramento al SEÑOR ni obedeciste la orden que te di? El rey también dijo a Simí: —Tú bien sabes cuánto daño le hiciste a mi padre David; ahora el SEÑOR se vengará de ti por tu maldad. En cambio, yo seré bendecido y el trono de David permanecerá firme para siempre en presencia del SEÑOR. Acto seguido, el rey dio la orden a Benaías, hijo de Joyadá, y este fue y mató a Simí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.
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