Que esto quede registrado para las generaciones futuras, para que un pueblo aún no nacido alabe al SEÑOR. Cuéntenles que el SEÑOR miró hacia abajo, desde su santuario celestial. Desde los cielos miró la tierra para escuchar los gemidos de los prisioneros, para poner en libertad a los condenados a muerte. Por eso la fama del SEÑOR se celebrará en Sion, y sus alabanzas en Jerusalén, cuando las multitudes se reúnan y los reinos vengan a adorar al SEÑOR. En la mitad de mi vida, me quebró las fuerzas, y así acortó mis días. Pero clamé a él: «Oh mi Dios, el que vive para siempre, ¡no me quites la vida en la flor de mi juventud! Hace mucho tiempo echaste los cimientos de la tierra y con tus manos formaste los cielos. Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre; se desgastarán como ropa vieja. Tú los cambiarás y los desecharás como si fueran ropa. Pero tú siempre eres el mismo; tú vivirás para siempre. Los hijos de tu pueblo vivirán seguros; los hijos de sus hijos prosperarán en tu presencia».
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