Ese mismo día Noé había entrado en el barco con su esposa y sus hijos —Sem, Cam y Jafet— y las esposas de ellos. Con ellos en el barco había parejas de cada especie animal —domésticos y salvajes, grandes y pequeños— junto con aves de cada especie. De dos en dos entraron en el barco, en representación de todo ser vivo que respira. Entraron un macho y una hembra de cada especie, tal como Dios había ordenado a Noé. Luego el SEÑOR cerró la puerta detrás de ellos. Durante cuarenta días, las aguas del diluvio crecieron hasta que cubrieron la tierra y elevaron el barco por encima de la tierra. Mientras el nivel del agua subía más y más por encima del suelo, el barco flotaba a salvo sobre la superficie. Finalmente, el agua cubrió hasta las montañas más altas de la tierra elevándose casi siete metros por encima de las cumbres más altas. Murieron todos los seres vivos que había sobre la tierra: las aves, los animales domésticos, los animales salvajes, los animales pequeños que corren por el suelo y todas las personas. Todo lo que respiraba y vivía sobre tierra firme murió. Dios borró de la tierra a todo ser vivo: las personas, los animales, los animales pequeños que corren por el suelo y las aves del cielo. Todos fueron destruidos. Las únicas personas que sobrevivieron fueron Noé y los que estaban con él en el barco. Y las aguas del diluvio cubrieron la tierra durante ciento cincuenta días.
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