Todos aquellos con el corazón motivado y el espíritu conmovido regresaron con ofrendas sagradas al SEÑOR. Trajeron todos los materiales que se necesitaban para levantar el tabernáculo, para realizar las ceremonias y para confeccionar las vestiduras sagradas. Vinieron todos los que tenían el corazón dispuesto, tanto hombres como mujeres, y trajeron al SEÑOR sus ofrendas de oro: broches, aretes, anillos y collares. Presentaron toda clase de objetos de oro como una ofrenda especial para el SEÑOR. Todos los que poseían hilo azul, púrpura y escarlata; lino fino y pelo de cabra para tela; pieles de carnero curtidas y cuero de cabra de la mejor calidad, los traían voluntariamente. Además, todos los que tenían objetos de plata o de bronce los entregaron como una ofrenda sagrada al SEÑOR, y quienes tenían madera de acacia la dispusieron para que se usara en el proyecto. Todas las mujeres que tenían habilidades para la costura y el tejido prepararon hilo azul, púrpura y escarlata, y tela de lino fino, y los entregaron. Todas las mujeres de buena voluntad pusieron en práctica su habilidad para hilar el pelo de cabra. Los líderes entregaron piedras de ónice y otras piedras preciosas para incrustarlas en el efod y en el pectoral del sacerdote. También contribuyeron con especias y aceite de oliva para el alumbrado, el aceite de la unción y el incienso aromático. Así, todos los del pueblo de Israel —cada hombre y cada mujer con deseos de colaborar en la obra que el SEÑOR les había dado por medio de Moisés— presentaron sus ofrendas con generosidad al SEÑOR.
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