Jeroboam pensó: «Si no tengo cuidado, el reino volverá a la dinastía de David. Cuando este pueblo vaya a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el templo del SEÑOR, ellos volverán a ser leales al rey Roboam de Judá; a mí me matarán y a él lo nombrarán rey en mi lugar». Entonces, siguiendo la recomendación de sus consejeros, el rey hizo dos becerros de oro. Después dijo a la gente: «Para ustedes es muy complicado ir hasta Jerusalén a adorar. Miren, israelitas, ¡estos son los dioses que los sacaron de Egipto!». Jeroboam colocó uno de los ídolos con forma de becerro en Betel y al otro lo puso en Dan, es decir, en ambos extremos de su reino. Esto llegó a ser un gran pecado, porque la gente rendía culto a ídolos y viajaba hasta Dan, al norte, para rendir culto al becerro que estaba allí. Además, Jeroboam construyó edificios en el mismo sitio de los santuarios paganos y consagró sacerdotes de entre la gente común, es decir, personas que no pertenecían a la tribu sacerdotal de Leví. También instituyó un festival religioso en Betel, que se celebraba el día quince del octavo mes, y que era una imitación del Festival de las Enramadas en Judá. Allí, en Betel, Jeroboam ofrecía sacrificios a los becerros que había hecho, y nombró sacerdotes para los santuarios paganos que había construido.
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