Porque cada vez que hablo, grito;
proclamo: “¡Violencia y destrucción!”.
Pues la palabra del SEÑOR me ha sido afrenta y escarnio todo el día.
Digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”.
Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos.
Me canso de contenerlo y no puedo.