La Vida Secreta De JesúsMuestra
¡Una oración en soledad!
En nuestra búsqueda incesante por el éxito, a menudo olvidamos que la cumbre se encuentra en un lugar inesperado. ¿Alguna vez te has preguntado qué es el verdadero éxito? Para algunos, puede ser alcanzar metas profesionales o acumular riquezas; para los más jóvenes, puede ser la suma de likes o de citas. Sin embargo, Jesús nos ofrece una perspectiva diferente. Su mayor éxito radicó en cumplir la voluntad de su Padre. En cierta ocasión dijo a sus discípulos: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra” (Juan 4:34), subrayando así su prioridad en la tierra. ¿Cómo logró esto? A través de la oración.
La oración no era simplemente un hábito para Jesús, sino una necesidad profunda de comunión con su Padre. En la soledad encontraba la fuerza y la sabiduría para enfrentar los desafíos de su misión. Su ejemplo nos invita a reconsiderar nuestras prioridades y a buscar un éxito más duradero y significativo.
La oración era un hábito tan arraigado en la vida diaria de Jesús que sus discípulos sabían exactamente dónde encontrarlo cuando buscaba un momento de soledad para orar. Lucas 22:39 nos relata cómo Jesús se retiraba a lugares solitarios "como de costumbre". Surge entonces una pregunta fundamental: ¿Por qué Jesús, siendo Dios, sentía la necesidad de orar? Esta aparente paradoja revela la profundidad de su relación con el Padre. La urgencia de Jesús por la oración no radicaba en lo que podía obtener, sino en el anhelo de una comunión íntima con su Padre celestial. Estar en la presencia de Dios era esencial para su identidad y misión.
Lucas nos cuenta cómo, después de un intenso día de ministerio en Capernaúm, Jesús, fiel a su rutina, se levantó muy temprano para buscar un lugar solitario donde orar. Sus vecinos, conmovidos por su labor, intentaron retenerlo, pero Jesús, con firmeza, les recordó su misión divina: “Es necesario que anuncie también a los demás pueblos las buenas noticias del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). Su comunión íntima con el Padre le proporcionaba la claridad y la fuerza necesaria para mantenerse enfocado en su propósito, rechazando las distracciones y cumpliendo así la voluntad de Dios. Jesús es un modelo de cómo la oración íntima no solo nos enfoca en nuestro propósito como hijos de Dios, sino también de cómo nuestra identidad es nutrida a través de ella.
¿Es la oración una prioridad en nuestro día a día o solo acudimos a ella cuando necesitamos algo? ¿Buscamos en la oración respuestas a nuestras preguntas o buscamos a Dios mismo? La oración no se trata de nuestros deseos, sino de conocer a Dios más profundamente. Así como David expresaba intensamente su anhelo por Dios, diciendo: “Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, sedienta y sin agua” (Salmo 63:1), nuestro deseo más profundo debería ser conocer a Dios. El escritor John MacArthur afirma: “La oración que se enfoca en uno mismo es egoísta, es hipócrita, porque la oración verdadera se enfoca en Dios”.
Si Jesús, siendo Dios y Señor, tenía la necesidad y urgencia de la oración, ¿cuánto más nosotros?
Reflexiona:
¿Es la oración un hábito irremplazable en tu día a día?
Toma los siguientes pasos para establecer un hábito de oración:
- Establece una meta diaria. Al principio, la cantidad de tiempo no es tan importante como la frecuencia.
- Lleva un registro escrito de tus tiempos de oración: Anota las peticiones que hagas y las respuestas que recibas, y también escribe lo que Dios habla a tu corazón.
- Comparte tu meta con otros. Rendir cuentas nos estimula y ayuda en tiempos de debilidad.
Acerca de este Plan
Sumérgete en la vida de oración de Jesús y descubre cómo su ejemplo puede transformar tu relación con Dios. Exploraremos su hábito de oración, sus oraciones en diversas circunstancias y su práctica de orar con y por otros 🙏🥰
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Nos gustaría agradecer a TRUE INFLUENCERS por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://conectarglobal.com/