Cómo Resistir El PecadoMuestra

¿Debería arrancarme un ojo?

El pecado es algo que todo ser humano experimenta. Lo vemos a nuestro alrededor, pero el pecado no es solo una cuestión externa. Jesús dijo durante su Sermón de la Montaña: «Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón» (Mateo 5:28). El pecado es un problema del corazón antes que físico. Debemos luchar a nivel interno si queremos ganar la batalla contra el pecado. Eso hace que sea una lucha difícil.

Como creyentes en Cristo, si queremos vencer el pecado, debemos tener claro que la batalla no es solo lo que hacemos con nuestros cuerpos. La batalla es contra lo que sucede en nuestras mentes, en el ámbito de nuestras intenciones, ambiciones y motivos. Jesús añadió en Mateo 5:29: «Por lo tanto, si tu ojo—incluso tu ojo bueno—te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno». Este versículo aclara que la toma de conciencia de nuestra batalla contra el pecado debe dirigirnos al Salvador.

Jesús habla de la gravedad del pecado. Es incluso tan serio, tan profundo, que sería preferible perder un miembro de nuestro cuerpo (nuestro ojo, nuestra mano) antes que nuestra alma. Las palabras de Jesús enfatizan el peso del pecado de una manera que la mayoría de la gente no considera. La mayoría de la gente se toma el pecado muy a la ligera. Dicen: «Bueno, todos lo hacemos», como si fuera un asunto ligero.

Jesús pone el pecado en el contexto más severo para señalarnos el valor de nuestra alma y la consecuencia eterna de la vida que estamos viviendo. ¿Dónde termina todo? No termina en la tumba. Va más allá de nuestra tumba.

Cuando Jesús dice que sería mejor para mí perder un miembro de mi cuerpo que pasar la eternidad en el infierno, me está señalando mi necesidad de un Salvador. Debido a que el pecado es un asunto interno (mi pensamiento, motivaciones y ambiciones), nunca lo conquistaré con mis habilidades. No puedo expiar nada de eso. La única manera de pagar por el pecado es el infierno. Necesito que alguien me rescate, no solo de mi problema por el pecado, sino del propio infierno. Eso me lleva a Aquel que está dando el mensaje: el Señor Jesucristo.