Tiempo De SalvaciónMuestra

Samuel profetizó a David que sería rey. Al dulce cantor de Israel le tomó varios años aprender a ser líder, experimentar la traición y desarrollar su carácter; Dios lo eligió para un tiempo de guerra, así como eligió a Salomón para un tiempo de paz y bonanza.

Abraham recibió de Dios la promesa de que muchas naciones saldrían de él y que le daría un hijo con Sara, pero tardó veinticinco años (cronos) en ver su cumplimiento, cuando parecía algo físicamente imposible, porque el padre de la fe tenía cien años y Sara, noventa. El Señor quería mostrarse ante ellos como el Dios de lo imposible; sin embargo, ambos decidieron “ayudarle” y acelerar el proceso, para forzar el kairos en su cronos. Así llegó Ismael, y los dolores de cabeza que su descendencia le traería a la de Isaac. ¿Y si hoy nos pasa lo mismo y solo estamos viendo el cronos? Eso no significa que no se vaya a cumplir la promesa de Dios. La Biblia registra muchas experiencias kairos extraordinarias en la vida de los patriarcas que trajeron grandes cambios. Pero a veces, entre una y otra hubo períodos cronos que todavía requerían de fe, paciencia y fidelidad. Hebreos 10:35–36 dice: “No desechen, pues, su confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque les es necesaria la perseverancia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengan lo prometido”.

A veces pareciera que la promesa de Dios se retrasa, pero quizás nos da esa impresión solo porque se nos hace muy largo el tiempo que Él necesita para desarrollar nuestro carácter y prepararnos. Mientras esperaba la promesa, José se preparó en el liderazgo, gobierno y conocimiento de la agricultura. Y en ciertas ocasiones la promesa se retrasa porque el enemigo se resiste a nuestro avance, interponiendo obstáculos al cumplimiento ordenado por el Señor, como dijo Pablo a los romanos y tesalonicenses. También podemos ver esta verdad espiritual cuando el ángel Gabriel le habla a Daniel: “Al principio de tus ruegos fue dada la orden” (Dn. 9:23). Se lo reitera más adelante:“Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme…” (Dn. 10: 12-13).

El enemigo aún busca traer caos a nuestra vida, distraernos, apartarnos de las prioridades y alimentar nuestro orgullo y apetito por las cosas de este mundo para desincronizar nuestro cronos del kairos, de modo que no podamos discernir los tiempos de Dios. Pero el capítulo diez de Hebreos nos dice que “gran galardón, tiene nuestra confianza si no la perdemos porque nos es necesaria la paciencia”. Cuando perdemos la perspectiva de Dios, caemos en la desesperación, la depresión y la negligencia. Satanás se vale del engaño para hacernos pensar que el cumplimiento de la promesa de Dios se ha retrasado. ¡Mentira! “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2P. 3:9 NVI).¡Dios sigue obrando en nuestro cronos cotidiano!

Cuando Jesús dice que hará nuevas todas las cosas, lo primero es nuestro corazón. No debemos esperar que algo pase afuera si no está pasando adentro y se manifiesta a través de la obediencia. Dios es fiel. Aunque en el mundo físico se vea imposible, Él está por encima de esa realidad. Caminamos sobre las aguas, mirando a Jesús, sin darnos cuenta de lo que Él hace.

Somos llamados a ser entendidos en los tiempos por tres razones básicas: por nuestro propio bien, por el de las personas que nos rodean (pues Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, como dice 1 Timoteo 2:4 recordándonos la gran comisión); ¡y porque Jesús vuelve pronto! (Ap. 3:11 y 22:12). ¡Maranata! Aunque el día y la hora no lo sabe sino el Padre (Marcos 13:32), Jesús nos advirtió que debemos estar preparados. Por eso contó la parábola de las diez damas de honor (Mt 25: 1-13) y nos invita a velar y mantenernos en oración.

Por, Francisco Rengifo y Equipo TopCristianos

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