Cuando Dios Dice NoMuestra

Derrama tu corazón.

Cada año, la misma escena se repetía. Durante el viaje a Silo, Penina le recordaba a Ana su desdicha. La ironía radica en que, probablemente, Penina anhelaba lo que Ana poseía: el amor de Elcaná; mientras que Ana añoraba lo que Penina tenía: hijos. En ambas mujeres se refleja la naturaleza humana de creer que lo que el otro tiene es mejor y que es justamente eso lo que brindará la plenitud deseada.

Sin embargo, en esta ocasión, las cosas fueron distintas. Aunque el texto no menciona el motivo, Ana decide acudir al tabernáculo y, finalmente, derrama su alma ante el Señor, exponiendo su situación. La oración es una herramienta poderosa, pero a menudo subestimada. Ana oró con fervor y realizó una petición y una promesa muy específica: "Dame un hijo varón y lo consagraré a ti por el resto de su vida". A pesar de no haber obtenido aún una respuesta y de no saber si realmente la obtendría, la actitud de Ana cambió: come y su tristeza desaparece.

La oración te ayuda a lidiar con las negativas de Dios y con la frustración de no obtener lo anhelado. Sentimientos como la angustia, la soledad, la tristeza, el abandono y la culpa se disipan con una oración sincera, que brota del alma y del corazón. Esta transforma tu perspectiva de las circunstancias, pues te permite ver a Dios, en quien confías, ejerciendo un amoroso control sobre todo. Aunque la situación persista, la oración es la chispa que enciende el contentamiento.

El profeta Habacuc, al conversar con Dios, expresó su preocupación por la violencia e injusticia en su pueblo, ¡y Dios no parecía actuar! Tras escuchar la respuesta de Dios, y como fruto de la oración, Habacuc escribe uno de los poemas más hermosos sobre el contentamiento:

Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová,

La oración, fortaleza del alma para aceptar con alegría la voluntad soberana de Dios.

Reflexión:

¿Has experimentado una oración sincera y profunda? ¿Has sentido la voz de Dios en estos tiempos? ¿Qué has discernido acerca de los tiempos y propósitos de Dios para tu petición? Dedica un momento a abrir tu corazón ante Dios y siente su dirección y voz.