No está bienMuestra

En los tiempos de la Biblia, la plomería moderna estaba muy lejos. Eso significa no darse una ducha matutina rápida y fácil ni abrir el grifo para tomar un vaso de agua rápido. En cambio, la mayoría de las ciudades dependían de un pozo local. Cada mañana, alguien de cada casa bajaba al pozo con uno o dos baldes para recoger tanta agua como pudiera llevar a casa. Y luego, tenían que guardar esa agua hasta que realmente la necesitara, de lo contrario, tendrías que hacer otro viaje al pozo.

Eso significaba que la gente en los días de Jesús tenía que ser mucho más exigente a la hora de decidir tomar un trago de agua. ¡Probablemente fue bastante molesto! Vivían en un clima cálido, caminaban a todas partes y casi todos tenían muchas tareas físicamente exigentes. La gente tenía mucha sed. Pero tenían que tener cuidado con la frecuencia con la que bebían agua.

Así que puedes imaginarte por qué las palabras de Jesús en el pasaje de hoy entusiasmaron a su audiencia. ¿Agua que haría que nunca más tuvieras sed? ¡¿Quién no se registraría?!

Pero Jesús no estaba hablando de la sed física. Hablaba de algo más profundo e incluso más importante: hablaba de la esperanza que ofrece. Para la mayoría de nosotros, la esperanza es algo que se nos acaba fácilmente. Nos preocupamos o nos estresamos, y parece que se nos ha acabado la esperanza. Pero Jesús dice que con un sorbo de su esperanza, nunca más tendrás sed.